ANÍBAL, MENTOR DE LOS ROMANOS: Batalla de Cannas



ANÍBAL, MENTOR DE LOS ROMANOS: Batalla de Cannas
 Claudio, siguiendo los libros escritos en griego de Acilio, dice que Publio Escipión Africano fue uno de los delegados y que mantuvo conversaciones con Aníbal en Éfeso; recogiendo, incluso, una de estas. Publio Escipión Africano preguntó a Aníbal quién había sido, en su opinión, el más grande general; su respuesta fue Alejandro de Macedonia, pues con un puñado de hombres derrotó a innumerables ejércitos y recorrió las partes más distantes del mundo, que ningún hombre esperaba visitar“. Publio Escipión Africano le preguntó a quién pondría en segundo lugar, y Aníbal respondió: “A Pirro, porque fue el primero en enseñar cómo disponer un campamento y, además, porque nadie mostró más inteligencia en la elección de posiciones y en la disposición de las tropas. Poseía también el arte de atraerse a la gente, al punto que logró que los pueblos de Italia prefirieran el dominio de un rey extranjero al del pueblo romano, que durante tanto tiempo había estado a la cabeza de aquel país“. Al volverle a preguntar Escipión a quién consideraba el tercero, Aníbal, sin ninguna duda, respondió: “Yo mismo“. Riendo abiertamente, Escipión le preguntó: “¿Qué dirías si me hubieras vencido?” “Pues la verdad; en ese caso, respondió Aníbal, debería ponerme por delante de Alejandro y de Pirro y de todos los demás generales“. Esta respuesta, dicha con aquella astucia cartaginesa y a modo de sorprendente halago, impresionó a Escipión, pues lo había colocado aparte del resto de generales, como si no admitiera comparación”. (Tito Livio Ab urbe condita, XXXV, 14)
La batalla de Cannas está a punto de costarle la vida a la República romana como nunca antes ni después ninguna nación podrá amenazarla. Sin embargo, Roma consiguió sobrevivir. ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo dejó Aníbal recuperarse a un enemigo mortal? Esas son algunas de las preguntas que nos vienen a la mente cuando se pronuncia: Cannas.

 Situación geográfica:
Cannas hoy, igual que entonces, era una localidad en ruinas, abandonada y convertida en un gran almacén de suministros para el ejército romano. Estaba situada en la región de Apulia, destinada a la provisión de cereales para Roma y por tanto de suma importancia estratégica para la República. Allí se dirigió Aníbal, tras infligir a los romanos una serie de devastadoras victorias, desde que salió de Iberia, para poner fin al poderío romano. 
 Aníbal quería provocar a los romanos a un nuevo combate, pues quería debilitarlos más y más y estableció su campamento en una colina cercana a una localidad pequeña y punto de abastecimiento hacia el sur llamada: Cannae.


Los romanos aceptaron el envite, pero se cuidaron mucho de ser ellos esta vez quienes decidieran en qué terreno iban a pelear. Los dos cónsules, Paulo y Varrón, cónsules en el 216 a.C., fueron enviados para acabar con el problema cartaginés en la Península Itálica de una vez por todas. Éstos Llegaron a la conclusión de que el valle del río Aufidus (hoy en día el Ofanto), terreno circundante a Cannas, les era favorable debido a que podrían desplegar su ejército protegiendo sus flancos de un lado por el río y del otro por las colinas bajas del otro extremo del valle. Sin duda temían que pasara lo que había pasado antes en batallas anteriores, es decir, que Aníbal los flanqueara y derrotara sobrepasada la retaguardia romana (esto es un indicio de la falta de maniobrabilidad de las legiones romanas). La táctica sin embargo, seguía siendo la misma, confiar en el poder arrollador de la infantería pesada romana, como si de un rodillo se tratase ¿puede ser por esto que los romanos no formaran el típico damero? 


Los romanos se acercarían, los arrollarían y los aplastarían bajo sus pies. Mientras tanto la escasa caballería romana y aliada y las tropas auxiliares servirían de apoyo en las alas para impedir la maniobra del ejército cartaginés. Lo tenían todo a su favor, menos una cosa: Aníbal les había tomado la medida y sabía exactamente lo que iban a hacer.


Se cree que por aquél entonces, el río Aufidus fluía más ceñido a la ladera donde estaba situado el campamento cartaginés (hoy la localidad de San Ferdinando di Puglia)  y no tan al centro del valle como hoy en día. Los cartagineses descendieron del campamento sin mayores dificultades por la suave pendiente de la ladera y formaron en el valle frente a los romanos. 





Las fuerzas enfrentadas
Roma allá por los comienzos de la II Guerra Púnica (218 – 202 a.C.) era una potencia emergente en el Mediterráneo. Desde la fundación de la República en el 509 a.C., según nos dice la tradición, se había ido haciendo con el control de los territorios,  primero los circundantes a la urbe, luego cada vez los más distantes a ella: por el norte expulsó a los galos y por el sur sometió las colonias griegas (Tarento 272 a.C.) y acabó con la hegemonía púnica y siracusana en la cercana isla de Sicilia (I Guerra Púnica). 



La táctica del ejército romano venía dada en gran medida por las reformas que se adoptaron, según se dice, del rey Servio Tulio y de la influencia con su entorno (etruscos y griegos). Así pues, Roma introdujo en su ejército la revolución hoplítica, la cual podemos definir de una manera muy sencilla como la formación básica de los ciudadanos de una comunidad (debemos recordar que nos movemos en un estilo de agrupamiento social de ciudades-estado) y que consiste en formar hombro con hombro una única línea de combate apoyada en sucesivas líneas detrás de la primera para ejercer presión moral y física sobre ésta. Lo acostumbrado, lógicamente teniendo en cuenta la época, el ejército y las circunstancias de la batalla en progreso, era formar una falange de ocho líneas de fondo, pero podían ser más o menos profundas (batalla de Maratón con cuatro líneas de fondo en el centro de la formación). El cometido, lógicamente de la primera y segunda línea era combatir al enemigo, pero a partir de la tercera línea el cometido consistía en empujar con todas las fuerzas para romper el frente del enemigo, pues una vez roto, se rompía el muro de escudos y la falange perdía su ventaja al quedar desprotegidos los solados por el lado de la lanza o la espada. Por lo tanto, insistimos, podemos decir que la falange sólo conoce una única maniobra: el avance. Si se supera una falange por los flancos y se ataca su retaguardia, ésta colapsa al no poder maniobrar con agilidad y cae derrotada al huir los soldados que la forman. Aníbal conocía esto.


  Cartago, por el contrario era una ciudad comercial muy floreciente y, por lo tanto, sus ciudadanos se dedicaban más a viajar y comprar e intercambiar recursos, que a curtirse en las artes de la guerra. Por este motivo, los ejércitos de Cartago estaban compuestos en su mayoría por soldados mercenarios de distintas nacionalidades (baleares, iberos, númidas, etc.) y se regían más por tácticas de combate venidas de oriente (como la utilización de los elefantes de guerra, etc.) y las propias de cada pueblo reclutado, por ejemplo, el uso de la espada larga celta para dar tajos o de la espada corta ibera para dar estocadas, características de combate a la que los soldados romanos debían adaptarse en cada caso.
Además de esto, la gran ventaja de Aníbal residía en su formidable caballería reclutada en Numidia. Una caballería ligera muy resistente que le permitiría maniobrar y poner en fuga a la menos hábil caballería aficionada romana.



La táctica empleada

Teniendo todo esto en cuenta, la estrategia de Aníbal es clara. Su ejército es mucho más pequeño que el de su enemigo, pero, sin embargo, cuenta con unas fuerzas mucho más maniobrables y mejor adiestradas debido a su condición de soldados mercenarios. Por lo que se puede enfrentar a un enemigo mucho mayor en número con posibilidades de éxito. Como así sucedió varias veces en un escaso periodo de tiempo.
El principal problema de Aníbal era más de tipo logístico y por ello se aventuró a luchar en suelo romano: para atraerse a las poblaciones itálicas sometidas y aliadas de Roma y así poder contar con suministros y soldados de reserva. Sin embargo, lo que no tuvo en cuenta Aníbal fue que la mentalidad romana era distinta y puede que la base de su posterior hegemonía como superpotencia: victoria o muerte.
Estoy convencido de que la intención de Aníbal era hacer que los romanos reconocieran que Cartago también tenía derecho a existir en el Mediterráneo, sobre todo como potencia comercial y no tanto la de aniquilar a otra potencia importante y que además había sido aliada en el pasado no tan lejano frente a otros pueblos. ¿Con quién si no comerciaría Cartago si se dedicaba a aniquilar adversarios? Quizá sea esta una mentalidad más oriental, más helenística que la que poseían los romanos: sojuzgar, pero no destruir. Puede que esta sea una de las razones a barajar cuando nos planteamos ¿por qué Aníbal no acabó con Roma después de Cannas? Aunque, por supuesto, se pueden alegar otras razones insistiendo en la logística. Aníbal necesitaría mucho tiempo, hombres y alimentación tanto para los soldados como para animales si decidiera sitiar Roma con tan formidables murallas. Sin dejar de tener en cuenta que muchas naciones itálicas seguían del lado de Roma después de Cannas y podrían atacarle por la retaguardia, lo que implicaría otras considerables dificultades tácticas y técnicas (no olvidemos el sitio de Alesia).
Por último debemos añadir que los romanos, dirigidos en gran medida y entre otros hombres por Escipión (posteriormente llamado africano) estaba cortando ya los suministros a Aníbal, aprendidas las tácticas del maestro y mentor de Roma. Primero tomó Cartago Nova en Hispania y después pasó a la propia Cartago obligando a que Aníbal fuera reclamado por los sufetes de la capital púnica (que tampoco le habían ayudado demasiado en su campaña) a que regresara y los salvara en las llanuras de una población cercana conocida como Zama.
                Conclusiones
Los romanos aprendieron de Aníbal a llevar a cabo una guerra de expedición, es decir, sacar el mayor partido a una pequeña fuerza militar, con lo que esto conlleva de maniobrabilidad y perfeccionamiento. Por otro lado, la República de Roma se estaba haciendo cada vez más grande y cada vez necesitaba más de guarniciones permanentes con lo que el soldado se empezó a profesionalizar. ¿Fue Aníbal quién obligó a los romanos a ser lo que serían siglos más tarde o fue la ambición romana la que chocó con otra potencia igual que ella, obligándola así a superar una crisis y perfeccionarse o purificarse?









¿POR QUÉ ANÍBAL NO CRUZÓ LAS PUERTAS DE ROMA?
Guerra de movimientos vs. Guerra de posiciones



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